Publicado el 22 de marzo de 2011
La argumentación del experto Jorge Ignacio del Valle Arango sobre la tala selectiva de madera en la selva es es la siguiente.
“Ese tipo de extracción selectiva es perjudicial para las selvas por muchas razones. No intentaré mencionar las múltiples relaciones entre los animales las plantas y el medio, que son la base del concepto de ecosistema debido a que requeriría demasiado tiempo, aunque ello no quiere decir que se deban soslayar los efectos sobre estos otros componentes del ecosistema. Me limitaré en gran medida entonces a los árboles que siendo con mucho la principal fuente de energía para el ecosistema pues de ellos proviene casi toda la fotosíntesis, alimenta toda la red alimenticia de la selva. Se deberá entender que lo que afecte los árboles afecta todo el ecosistema de manera significativa. El bosque es más que la suma de las plantas, los animales y el ambiente pues existen propiedades emergentes, irreductibles a la suma de los componentes. Desde este punto de vista el todo, el ecosistema de una selva, por ejemplo, es más que la suma de sus partes.
Una clasificación burda de los árboles de la selva podría ser aquella basada en la función que desempeñan, más fácil de manejar que la enorme lista de especies que conforman una selva como la chocoana, lista que además varía ampliamente entre sitios bastante cercanos. A riesgo de parecer simplista podríamos entonces clasificar los árboles de la selva en estas tres categorías funcionales (insisto, no taxonómicas): especies heliófitas pioneras, especies heliófitas no pioneras y especies esciófitas o tolerantes (a la sombra). Por supuesto, debe entenderse que en la naturaleza predomina el continuo y que siempre será posible encontrar especies que comparten en alguna medida atributos de dos grupos funcionales cercanos.
Las especies pioneras, aunque participan de muchas otras propiedades comunes, desde mi punto de vista su característica más notable es que sus semillas hacen parte del banco de semillas del suelo. Es decir, sus semillas se almacenan en el suelo a medida que la lluvia de semillas cae bien por dispersión por el viento, por gravedad o porque se depositan con los excrementos de los animales que consumen sus frutos. Estas semillas son usualmente muy pequeñas o disponen de lana u otras adaptaciones para la dispersión por el viento. Las semillas se depositan en el suelo donde pueden permanecer muchos años (hasta décadas) en estado latente, sin germinar aunque viables (vivas) debido a que una proteína que contienen llamada fitocromo que detecta la luz roja (600-700 nanómetros (nm) o la roja lejana (700-800 nm) que predomina en el umbroso sotobosque no les permite germinar.
Cuando se forman claros relativamente grandes (usualmente de más de 100 m2 como los creados por la caída de un gran árbol) debido a los procesos endógenos propios de la selva o por la actividad humana, la luz de las copas alcanza el suelo con su mayor proporción de longitudes de onda visibles (400-700 nm) y las semillas responden a este cambio de luz germinando y cubriendo el claro rápidamente; de allí el nombre de pioneras: llegan primero al claro. También les dicen oportunistas. En promedio las selvas tropicales mantienen del orden del 10% de su área en forma de claros. Por tanto, los árboles que extraerán aumentarán significativamente la cantidad de claros de la selva y con ello habrá más especies pioneras que las que normalmente tienen las selvas mediante su dinámica natural.
Y ¿esto es bueno o es malo? Más que bueno o malo esta es una intervención que afecta la dinámica y composición de la selva. Sin embargo, desde nuestra óptica una intervención en la que solo se cortan los árboles de mayor valor económico y no se hace ningún otro manejo del bosque es perjudicial por lo siguiente. Las especies pioneras tienen, además de la característica antes anotada, otras muy importantes de valor económico. Como norma general las especies pioneras comparten estas propiedades: i) Son de corta vida (viven décadas); ii) Aunque su crecimiento inicial en diámetro y en altura es muy acelerado, tienden muy rápidamente a una fase asintótica y no desarrollan tallas que pudieran tener algún valor comercial (los diámetros máximos por lo regular entre 25-30 cm y la altura menor de 20 m; iii) Su madera es de muy baja densidad (usualmente menor de 0.4 gr/cm3), poca resistencia mecánica y poca resistencia a los hongos que la pudren. Por estas razones estas especies en su mayoría no tienen ningún valor comercial. Por todo lo anterior, y por muchas otras razones en las que no me explayo por limitaciones de tiempo y espacio, la creación de 7 a 8 claros por hectárea, si es que cumplen, aumentará el número de especies sin ningún valor económico; depauperará la selva durante muchas décadas hasta que las pioneras invasoras cumplan su ciclo vital y posiblemente más allá.
La especies heliófitas no pioneras no forman parte del banco de semillas. En estas especies las semillas pueden pertenecer a dos grupos: i) Germinan inmediatamente caen al suelo; ii) Solo germinan si existe abundante iluminación en el momento en que caen. En el primer grupo se encuentra especies cuyas semillas germinan en el sotobosque (el piso de bosque debajo del dosel) pero si no existe abundante luz mueren una vez consumen los nutrientes almacenados en la semilla. Estas especies tienen un punto de compensación lumínica muy alto. Esto significa que si no hay abundante luz del rango de 400-700 nm, la fotosíntesis de las plántulas recién germinadas no compensa la respiración. Si ello se prolonga por algunos días o semanas este desbalance hace que las plántulas vayan consumiendo los carbohidratos almacenados en los cotiledones de las semillas hasta que mueren, a no ser que el dosel se abra y entre luz. Por tanto, estas especies se podrían beneficiar de los claros naturales o entrópicos solo si en el momento en que se formen estos claros o aberturas del dosel existe una población alta de plántulas germinadas y si, además, las operaciones de extracción no las destruyen. Para verificar la abundancia y distribución (la mayoría de las especies no se distribuyen aleatoriamente sino que son gregarias) de esta regeneración se debe conocer muy bien la fenología de las especies (ciclos de floración y fructificación) y sincronizar las intervenciones antrópicas con los períodos de abundancia de plántulas que no necesariamente son anuales. También implica llevar a cabo inventarios diagnósticos de la regeneración natural, regular las intervenciones y llevar a cabo tratamientos que estimulen su crecimiento y establecimiento. Sin estos datos y actividades la extracción de 7 a 8 árboles no asegurará su regeneración y perpetuación.
El otro grupo de especies heliófitas es aun más complejo de manejar pues su extracción debe hacerse luego del período de fructificación. En cualquier otra época los árboles que se extraigan de este grupo no dejarán descendencia y las poblaciones declinarán inexorablemente.
En el grupo de las especies heliófitas no pioneras se encuentra la mayoría de las especies con las maderas más valiosas de nuestras selvas y, muy probablemente, muchas de las que se extraerán en esta operación. Entre algunas de ellas procedentes de las selvas del Chocó podemos citar: cedro (Cedrela odorata), caoba (Swietenia macrophylla), abarco (Cariniana pyriformis), roble (Tabebuia rosea), choibá (Dipteris panamensis), algarrobo (Hymenaea spp) y decenas más. Además muchas especies de palmas como la mil pesos (Oenocarpus bataua) que produce el mejor aceite nativo de América.
Estas especies comparten, entre muchas otras, características como las siguientes: tasas de crecimiento rápidas aunque menores que las de las pioneras, madera con densidad media a alta (0.4-0.8 g/cm3), igual la resistencia mecánica y la duración natural, grandes tallas que pueden oscilar en diámetros de árboles adultos entre 80 cm y más de 2 m y alturas de árboles adultos entre 30-50 m, su lapso vital alcanza centurias, en nuestra experiencia personal hemos encontrado entre más de 100 hasta 300 años.
Las especies esciófitas o tolerantes a la sombra son aquellas que geminan y crecen bajo la escasa iluminación del sotobosque debido a que tienen un punto de compensación lumínica muy bajo. Estas especies no forman parte del banco de semillas, germinan luego de que las semillas llegan al suelo y absorben humedad. Por cuanto en este grupo por lo regular los frutos y las semillas son grandes y con considerables reservas alimenticias, tienden a ser consumidos por los animales silvestres. Por esta razón su dispersión tiende a ser por gravedad a corta distancia del árbol madre aunque también las dispersan los mamíferos que las consumen y el agua en aquellas que habitan selvas episódicamente inundadas. No obstante, la mayoría de estas especies responden positivamente al aumento de iluminación producto de claros naturales o antrópicos. Si la regeneración de estas especies no es destruida por el impacto de la explotación maderera, posiblemente reaccionen con mayores tasas de crecimiento al aumento de iluminación. No obstante, es necesario determinar su abundancia y distribución. La extracción de árboles de estas especies en sitios con poca población de regeneración natural podría afectar negativamente las poblaciones futuras. En este grupo se encuentran tanto árboles muy grandes que llegan al dosel como pequeños árboles del sotobosque; todos ellos con ciclos vitales prolongados que pueden superar ampliamente el siglo. Entre las especies maderables comunes en Colombia que pertenecen a este grupo se encuentran el cativo (Prioria copaifera), el cuángare (Otoba gracilipes) y sota (Virola sebifera), los llamados pinos colombianos (Varias especies de la familia Podocarpaceae) y diversas especies de palmas, entre muchas otras especies.
En el manejo sostenible de los bosques el aprovechamiento es solo una de las múltiples actividades que se deben cumplir. Si las otras no se cumplen no se puede llamar aprovechamiento sino simplemente explotación, y no solo del bosque. Otras son: muestreo diagnóstico de la regeneración natural, tratamientos a la regeneración, plantaciones de inoculación, medición de la respuesta de las diversas especies (no solo las comerciales) a las intervenciones a que se someterá el bosque en parcelas permanentes, estudios de impacto ambiental y social serios, medidas de mitigación para los efectos negativos producidos a la fauna silvestre pero también al hombre, estudios de vulnerabilidad de las especies de plantas y animales raros o sensibles a las intervenciones antrópicas. En fin, cortar árboles solamente no es ni silvicultura, ni es manejo sostenible; es simplemente hacer minería de los bosques pues estos como los minerales no se regenerarán”.
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